Pues sí. En la mayoría de las partidas de rol, también en las de D&D aparecen los dos elementos (mejora de valores numéricos e interpretación) y ambos pueden ser divertidos. El D&D tercera edición se focaliza por fin en la mejora de valores numéricos, en mi opinión, que es lo que siempre ha sido su especialidad, sin que ello impida necesariamente desarrollar la interpretación, claro. Aunque no sea el estilo que me gusta de juego, tiene su gracia ver como tu personaje se va haciendo poderoso..., por lo menos durante un tiempo. Creo que ha hecho bien el D&D en mantenerse en sus orígenes y especializarse en esas cosas. Además, las reglas han ganado coherencia y se han desprendido de algunos de sus problemas crónicos (las clases de personaje rígidas, la distinción en materia de reglas entre monstruos y personajes jugadores, e incluso uno puede hacerse un hechicero que no olvida los hechizos cuando los lanza). En ese sentido, me parece que el D&D ha alcanzado su cumbre. Pero es una cumbre donde yo personalmente no estoy a gusto.
Lo que resulta ridículo es que todos tengamos que seguir como borregos ese sistema de juego (incluso para entornos lovecraftianos y galácticos), en esa pretensión de que el d20 lo sea todo. No señor, otra gente tenemos otros intereses y otros gustos.
Saludos,
Antonio
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