[TA?] Leyenda medieval

Write haof XML files: Antonio Álvarez del Cuvillo <antalvarez1976_at_...>
Fecha: Fri, 28 Nov 2003 17:59:46 +0000

No todo va ser hoy mi habitual pose de saborío, os paso una leyenda medieval que recibo de un foro de mitología y folklore, lo suficientemente rolera como para no ser OT. Por si da alguna idea de tramas, ya sea para la tierra, Glorantha o lo que fuere.

Cuentan las malas lenguas que el mago francés Gilberto de Aurillac
(955-1003) hizo un pacto con el Diablo para llegar a ser Papa. Entre
otras muchas maravillas, el Demonio le ayudó a construir una cabeza encantada de latón que era capaz de contestar 'sí' o 'no' a cuantas preguntas se le hicieran. Gilberto preguntó si llegaría a ser papa, y la cabeza dijo sí; a continuación le preguntó si moriría antes de haber dicho misa en Jerusalén. La cabeza dijo no, así que el mago decidió que jamás viajaría a aquella ciudad, y de ese modo sería eternamente inmortal.

Una vez elegido como Papa, con el nombre de Silvestre II, el mago disfrutó durante muchos años de los placeres de la gloria, engañando a todos con sus artes. En el Vaticano todos le admiraban por su ciencia y su piedad: eso sí, aunque se lo pidieron una y otra vez, se negó a viajar a Tierra Santa bajo ningún concepto. En una ocasión, cumpliendo sus deberes como Papa, Silvestre tuvo que decir misa en una pequeña iglesia de Roma, y mientras consagraba el pan y el vino comenzó a sentirse mal. Miró hacia arriba, a una de las vidrieras, y vio un enjambre de demonios que la golpeaban con sus alas, luchando por entrar. Con la frente bañada en sudor frío, cayó de repente en la cuenta de que aquella iglesia se llamaba santa María de Jerusalén

Comprendiendo que estaba perdido, Gilberto, tembloroso, confesó públicamente todos sus crímenes y pidió a los atónitos asistentes a la misa que le arrancasen todos los miembros de su cuerpo con los que había servido al Diablo (sus brazos, piernas, manos, lengua, ojos y cabeza) y los esparciesen por los vertederos y pozos negros de la ciudad.

Cumpliendo su voluntad, los cardenales despedazaron su cuerpo, y decidieron colocar sus restos sangrientos en un carro, dejando que los caballos lo llevasen donde quisiera la providencia. El carro se detuvo ante la iglesia de san Juan Laterano, lo que se interpretó como una señal del perdón divino. Desde entonces, según se dice, cuando un papa va a morir, la tumba de Silvestre II, situada en esta iglesia, se humedece de sudor y si acercas el oído a la losa, puedes oír cómo tiemblan sus huesos.

(leyenda medieval)

Saludos,

Antonio

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