Uno de los personajes que frecuentan mis partidas es britino. Según sus leyes califica la convivencia con extranjeros tan aberrantes como con animales y mostrar su magia a ellos sería también una falta irreparable.
Bien. Este señor (Aurancet) vende su magia por cuatro peniques tanto a elfos, enanos, como a trolls y humanos sin el menor reparo; vive fuera de Britos; se ha casado con una extranjera (iniciada de Eurmal que para colmo se convirtió en centauro poco después de quedarse embarazada del sujeto).
El jugador que lo lleva mantiene que su personaje sigue la senda de Zabur y que la convivencia con extranjeros es algo perféctamente justificable debido a su misión y que cederles sus habilidades mágicas no es más que un método para asegurarse su seguridad.
Yo soy partidario de corresponder a su desfachatez con la pérdida de su amada inmortalidad, pero el se niega a admitirlo por lo anteriormente expuesto (mientras intenta como un loco aprender el conjuro inmortalidad).
Dadme vuestra opinión de eruditos para metérsela por las narices.
Gracias.
Diego.
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