La fe carmaniana sería pues una forma de malkionismo primitivo que ha seguido una evolución absolutamente independiente a cualquier otra tendencia. Sus orígenes se encuentran en este mismo rechazo de la ortodoxia que triunfó en todo occidente durante la Segunda Edad, pues Carmania es una nación constituida por refugiados que huyeron de la conquista militar del Imperio Jrustelano-Seshnegano, atravesando las tierras orientales hasta que se sintieron lo bastante seguros para instalarse en un nuevo territorio de acogida. La ruptura con el resto de reinos malkionitas fue definitiva, aunque la mentalidad que distingue a propios y extraños sigue estando presente pese a los siglos de evolución separada.
De entrada podría definirse el credo de la Iglesia Carmaniana como una versión local del Henoteísmo, pero tanto la ausencia de uniformidad derivada de no participar de los Cánones Perpetuos, como la peculiar evolución hacia un dualismo maniqueísta (sin duda una influencia pelandana) han acabado de otorgarle un carácter único, exclusivo, que posteriormente ha manipulado sutilmente la ecléctica influencia de la Vía Lunar. La evolución del último siglo ha estado marcada por la dominación militar del Imperio Lunar, pero no cabe duda de que incluso más allá de la selección política de los arzobispos más conciliadores para con los gobernantes lunarizados, la influencia filosófica de la Diosa Roja se ha dejado sentir en la mentalidad de la Iglesia Dualista Carmaniana. En este sentido es sumamente interesante contrastar el distinto efecto de la Vía Lunar sobre los carmanianos y los arrolianos del Janubio, pues no hace sino remarcar las peculiaridades de la evolución de la Iglesia de Carmania.
El dualismo carmaniano se manifiesta esencialmente en la confección de una lista de deidades benignas (Ángeles) y otra de deidades malignas y prohibidas (Demonios) entre los dioses menores supeditados al Dios Creador Todopoderoso, de forma que el clero malkionita controla la expresión popular también en todo lo referente a prácticas religiosas menores, las que facilitan la vida cotidiana de las gentes comunes. Pero la perspectiva de un universo dividido y en eterna pugna entre bien y mal llega mucho más lejos, pues los textos sagrados propios de esta religión están escritos siempre bajo una dualidad de mandamientos enfrentados y en cierto modo complementarios, listados de virtudes y pecados, asociados entre sí y ocupando las caras opuestas de unas páginas de pergamino escritas en sentido inverso, opuesto, de forma que dando la vuelta al libro sagrado se lee de arriba abajo o de abajo arriba... una peculiaridad sin duda heredada del peculiar gusto pelandano por los juegos cabalísticos con letras y números que intercambian posiciones y simbolismo. Se atribuye una notable refundación religiosa al profeta Karmanos pero seguramente la figura de este monje y teólogo de inicios de la Tercera Edad no hizo sino formular oficialmente unas prácticas religiosas que ya se habían incorporado subrepticiamente desde siglos atrás.
Tal vez pueda parecer paradójico que se manifieste una influencia cultural y religiosa, siquiera sutil, desde la posición de un pueblo dominado militarmente como los pelandanos sobre el ocupante extranjero, pero no olvidemos que la relación ha sido muy estrecha y durante un mileno los occidentales carmanianos han ido experimentando una progresiva orientalización. Las filosofías locales han ido encontrando su nicho natural bajo el amparo de unas creencias malkionitas ya desde el principio muy influidas por el paganismo de la antigua Fronela. El resultado es algo absolutamente innovador en Glorantha.
Dadas estas características la asimilación del credo lunar ha resultado sorprendentemente fácil, progresando a partir de una simple inclusión de las deidades más funcionales del panteón lunar entre los Ángeles que ayudan a los hombres a hacer el bien.
La misma idea de un Dios Todopoderoso que tolera la dicotomía del bien y el mal sin resolver inmediatamente el conflicto ha desembocado en complejas argumentaciones sobre el libre albedrío de los mortales y una especie de juego divino para juzgar su virtud, elementos religiosos que nos resultarán a todos familiares pero que sorprendentemente no tenían cabida hasta ahora en el malkionismo gloranthano. Por fin podemos explotar todas estas creencias en nuestras partidas...
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