[G] Tinobuthu y los Dioses del Caos

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Fecha: Tue, 09 Sep 2003 18:47:56 +0000


Muy Buenas!!!

Al final, tras tanto hablar del tema durante las últimas semanas he llegado a un resultado más o menos satisfactorio de mi proyecto que en gran medida debo a vustros comentarios y aportaciones!!!

Pero al mismo tiempo me ha sorprendido que por obra y gracia de preguntar opiniones, han salido al menos dos versiones más que me gustan de verdad, aunque sean distintas de la mía!!! ;)))

Así que ahora tengo tres versiones en comba y no acabo de decidirme. Una salida muy atractiva sería poner las tres como variantes ya que mi versión de Tinobuthu es muy amplia e incluye varias culturas...

En todo caso, entre la solución de Manuel Martín (mensaje 28219) y otra de Thorkrim que me ha llegado de contrabando... ;)))))))) la cosa está más que servida. Que suerte disponer de esta lista!

Pero bueno, no todo iba a ser bueno.
Pensad que todo tiene que tener su lado negativo... Y el de esta lista son los mensajes kilométricos!!! ;P

Así que voy a batir mi propio record y aquí os endoso un copy&paste del documento que voy preparando, a espera de acabar los dioses...



El Pueblo que Adora a los Dioses del Caos

La paradoja de la cultura de Tinobuthu

Este planteamiento tiene la intención declarada de jugar con lo imposible, trastocar los pilares que habíamos establecido por el uso en nuestra fantasía del universo gloranthano invirtiendo los valores y retorciendo las circunstancias, hasta dar cabida a una cultura que adora a las Deidades Caóticas sin ser un cúmulo de sectarios dementes, sin haberse convertido en monstruos antinaturales... sino conservando su humanidad. Eso sí, serán precisamente el resultado de las debilidades inherentes al ser humano, su debilidad cuando el miedo y la desesperación obcecan su concepción del universo. Y es que no siempre despierta orgullo contemplar la cruda realidad de los seres humanos, pero sus reacciones ante el dolor y la necesidad son algo que todos llevamos dentro.

Así pues esta será una civilización rebosante de humanidad, pese a que participe de una forma multitudinaria en los actos aberrantes que solicitan las Deidades Caóticas, pues precisamente es muy humano cometer actos que en otras condiciones te avergonzarían llevado por las circunstancias, la lucha por la supervivencia y la ceguera de la ira...

La civilización de Tinobuthu se originó en un entorno mucho más favorable, en una patria mítica "allende las aguas" en la que según sus leyendas el mundo fue amable y los dioses y espíritus eran benignos y generosos. Pero todo sabemos que aquello corresponde a otra era, y que acabaría por desaparecer: en un momento predestinado el dolor y la desesperación se adueñarían de su mundo, todo se sumió en las aguas... Acabarían emergiendo como un naufrago desesperado que se agarra a la tabla de salvación, en las costas de Onlaks y Elamle. Y esta nueva tierra no sería ya tan amable.

Algunos supervivientes contaron con una ayuda inesperada por parte de una anciana bruja llamada Elamle-Ata que les facilitó alcanzar un tratado de paz con los elfos amarillos de las selvas, los embylis, que poblaban esta región. Sin embargo dicho tratado no era particularmente favorable a los humanos, de hecho sus condiciones eran draconianas, se les forzó a limitar sus tierras de cultivo, la expansión de sus ciudades, tala de maderas, obras de canalización de las aguas... les condenaba a una presencia eternamente minoritaria y supeditada a la condescendencia de los elfos, además de forzarles a pagar un elevado tributo que tenía más de muestra de sumisión que de codicia, pero que les supuso un esfuerzo adicional en aquellos primeros y duros años. Pero peor fueron las cosas para los núcleos que se instalaron en la península de Onlaks sin haber alcanzado un acuerdo previo con los embylis, pues aunque quemaron amplias zonas costeras despejándolas de jungla y lograron construir asentamientos amurallados, habían empezado una guerra atroz con los elfos de las selvas que no tendría final. Primero sufrirían terribles derrotas que casi los expulsaron de estas tierras y durante siglos se debatieron al borde de la aniquilación... pero finalmente lograron adaptarse y hallar nuevos caminos míticos más adecuados a este duro y salvaje nuevo mundo.

Estaba claro que los antiguos Dioses habían fracasado, eran adecuados para el viejo mundo, que era feliz y amable, pero no fueron capaces de salvarlo entonces, y ahora eran claramente impotentes e insuficientes: había que buscar nuevos caminos mágicos. Y así nació la adoración a unas deidades más oscuras y crueles que exigían terribles sacrificios a sus adoradores, pero que garantizaban el éxito ante las adversidades.  

Un mundo cruel exige Dioses crueles, y la cultura de Tinobuthu encontró los peores de todos, alcanzando un grado de horror tal que aniquilaría a sus enemigos de las selvas... Esto coincidió con la caída de la Casa de Errinoru a finales de la Segunda Edad. Algunas veces se han aventurado esotéricas teorías que intentan relacionarlo con los devastadores cambios mágicos que se estaban produciendo en los Otros Planos durante aquellas fechas, fruto de la acción descontrolada de los Aprendices de Dios, y lo cierto es que toda la región del nordeste de Pamaltela quedaría aislada mágicamente del exterior durante algunas décadas, como si una extraña disrupción sobrenatural sacudiese las barreras entre los Planos. De forma convencional se ha utilizado la referencia del año 975 T.S. como la fecha en que algo terrible golpeó a los embylis de Onlaks, Dadar y Dinal, y luego a los de Palarkri, Mirelos y Elamle, llegando incluso hasta Laskal. Según los registros de la época: "un nuevo monstruo llegó a la jungla, acompañado de innumerables insectos diminutos que devoraban las plantas mágicas de los embylis. Aun cuando opusieron una feroz resistencia, los poderes mágicos de los elfos fueron decayendo y sus gobernantes sucumbieron a la nueva infección, y pronto toda la otrora gloriosa Casa de Errinoru se había extinguido por completo (o eso se piensa)".

La traducción que dicho desastre para los embylis tuvo en Onlaks es que los humanos consolidaron sus posiciones en las costas construyendo ciudadelas de piedra rodeadas de murallas que la hiedra sobrenatural enviada por los elfos amarillos no podía cuartear... Data de aquella época la nomenclatura de Flanch otorgada por los humanos a la porción de la península de Onlaks que habían despejado de la vegetación salvaje de la jungla. Habrían de transcurrir casi 400 años hasta que la selva volviera a avanzar alcanzando sus límites anteriores, pero lo cierto es que aunque los colonos humanos resistieron con una ferocidad nacida de la desesperación, el empuje de la jungla era casi inexorable. Hoy en día la selva de Onlaks oculta gran cantidad de ruinas y solo persisten los enclaves costeros más fuertes. Ya conocemos la situación de guerra perenne que los caracteriza, pero los humanos se han revelado capaces de resistir con su nueva magia.

Así que la necesidad de recurrir a ritos aberrantes para obtener poder de unas oscuras deidades a las que sus mismos seguidores han aprendido a temer está tan vigente ahora como en los primeros años de su llegada a estas costas de la tierra del dolor. Y de ese modo se justifica que la civilización de Tinobuthu no solo recurriese a las deidades del Caos de forma puntual en un momento crítico de su historia (durante la Segunda Edad) sino que persevere en tales prácticas empujada por la necesidad, literalmente atrapada entre la espada y la pared para no desaparecer y extinguirse ante el empuje de las selvas.

Pero éste es un caso único por muchos motivos. No se trata ya del habitual esquema de los cultos caóticos que se limitan a un grupúsculo de sectarios amparado en el secretismo y el anonimato, ocultos en el seno de sociedades que los persiguen y que se horrorizan con sus prácticas, ni tampoco de pequeñas comunidades aisladas reducidas al salvajismo, depredadoras de su entorno y prácticamente definidas, al igual que el caso anterior por su condición de proscritos ante las culturas colindantes. En esta ocasión estamos hablando de una verdadera civilización bien integrada y cohesionada forzada a asumir una forma de relación con el Otro Mundo centrada en la práctica de ceremonias aberrantes, como pago por los poderes sobrenaturales que les mantendrán con vida.  

La civilización de Tinobuthu no puede considerarse una cultura de origen caótico, cuenta con unos Mitos fundacionales mucho más antiguos y un entramado social previo que en todo caso ha sido adaptado (y en cierta forma pervertido, pero sigue existiendo) para ser capaz de articular un patrón de convivencia funcional, basado esencialmente en la necesidad de luchar por la supervivencia. Y esa es la fuerza integradora que justifica que la comunidad mantenga su identidad, todo lo que hacen nace de la necesidad de proteger su ciudad-estado y a sus gentes, cualquier acto es amparado bajo la cobertura moral de estar luchando fieramente por el bien de toda su sociedad.

Y es que no es tan fácil acusar a alguien de estar siendo partícipe de aberraciones sin nombre cuando te argumenta que lo hace empujado por la necesidad, sabedor de que de sus actos depende directamente la misma supervivencia de su familia, su gente, su ciudad-estado y en definitiva toda su cultura, todo lo que ama en este mundo...

Los cultos caóticos cuentan con un respaldo a la vez generalizado y relativo entre la población, pues si bien la necesidad les empuja a cumplir con todos sus rituales y hasta el último tinobuthiano se afana en que cada ceremonia y cada sacrificio sean satisfechos de forma efectiva e impecable, por la cuenta que les trae... pocos sienten devoción por las Deidades a las que adoran, sino más bien un horror sordo nacido de la culpabilidad. Pues estamos hablando de un gran colectivo de seres humanos y entre ellos existen las mismas emociones que entre cualquier otra comunidad, empezando por una adormecida pero persistente y tenaz capacidad para la empatía, para imaginarse en el lugar de las víctimas, habitualmente prisioneros capturados de las ciudades vecinas, que sacrifican en los ritos sangrientos que les garantizan la supervivencia. Es duro saber que otros mueren para que tú y los tuyos viváis, pero más aun renunciar a esta existencia robada...

Así que si hemos de hacer caso a las muchas teorías de eruditos teólogos y filósofos gloranthanos sobre la capacidad del Caos para pervertir las almas de quienes tratan con lo prohibido, habríamos de deducir que esta perniciosa actividad subrepticia se centra en el presente caso en el terrible conflicto moral que carcome a las gentes de Tinobuthu conduciendo a su comunidad, aparentemente unida en torno a la lucha por la existencia, a una fractura social que amenaza con llevarlos a la locura... Han intentado endurecer sus corazones hasta hacerlos inasequibles a las súplicas de los cautivos que sacrifican, inmunes a la compasión y la piedad para con las personas ajenas a su comunidad, hasta el punto de considerarlos estrictamente presas potenciales, alimento para su magia, desposeyéndoles de toda humanidad... pero esta coraza no es más que una cáscara agrietada que esconde una debilidad esencial, que sale a relucir tan pronto como la carencia circunstancial de suficientes víctimas para el siguiente ritual les obliga a buscar entre los suyos los individuos que completen la ofrenda de sangre. No hay forma de negar la humanidad de un miembro de su propia comunidad, y aunque justifiquen la muerte de uno de los suyos amparándose siempre en un bien colectivo, resulta muy difícil conducirlo al cadalso, especialmente cuando no se ofrece voluntariamente.

Así es como a lo largo de 600 años se han convertido en una cultura enferma de odio y de culpabilidad soterrada, de miedo a ser víctimas de su propio modo de vida, devorados por la paranoia ante todo contacto con extranjeros que podrían querer hacerte lo mismo que tú les haces a ellos para mantener tu sangrienta prosperidad. Este ha sido pues el legado del Caos, corrompiendo la sociedad de Tinobuthu desde dentro, pero no ha actuado como un invisible influjo sobrenatural, sino mediante la simple evolución psicológica de un colectivo sometido a las presiones que impone acceder a este poder.  

Por otro lado es indiscutible que los poderes otorgados por el Caos no pueden ser tomados a la ligera y que hasta el mejor de sus dones está revestido de cierta corrupción. Una corrupción que no deriva para muchos estudiosos sino de la incapacidad para articularse con normalidad con el universo de Glorantha. Cuando el Caos interviene en el mundo parece hacerlo jugando sus cartas de una forma que no tolerarían las reglas de juego del universo y las consecuencias nacerán de la integración posterior de este acto. Así que del mismo modo que los Broos son el resultado del juego caótico con los poderes de la Fertilidad desatada, las bendiciones ofrecidas por las Deidades del Caos a cambio de sacrificios de sangre tienen una vertiente inquietante que podríamos describir como un peligro ecológico para el entorno, empezando por la propia comunidad que habrá de nutrirse de los cultivos nacidos de una fertilidad imposible de sus territorios.

Los poderes que ha otorgado el Caos a la civilización de Tinobuthu alcanzan una gran diversidad de cometidos, pero esencialmente podríamos distinguir los destinados a combatir a los elfos amarillos de la Casa de Errinoru, sus ejércitos o sus plagas vegetales sembradas entre los cultivos humanos para acabar con estos... y los poderes destinados a proporcionar una fertilidad ciertamente antinatural de sus insuficientes tierras de labranza, aun cuando todas ellas estuviesen agotadas por siglos de explotación intensiva continuada y según los ciclos naturales fueran incapaces de dar otra cosecha. Sin embargo estas dos vertientes se fusionan muchas veces en una sola como cuando vemos que gran parte de la fertilidad de los campos deriva de la protección con respecto a infestaciones nocivas de malas hiervas, hiedras y hongos tóxicos sembrados por los embylis que se han revelado capaces de ejecutar una terrible versión mágicotradicional  de la "guerra biológica" contra sus enemigos humanos. Y es que el Caos parece haber sido capaz de afectar tanto a los cultivos bendecidos con el Ritual de la Sangre haciéndolos capaces de resistir virtualmente cualquier tipo de agresión que les afectase, como de trasformar sutilmente a las especies autóctonas que habitaban dichos terrenos (esencialmente insectos y pequeños animales) mutándolos en las más voraces plagas que respetan las cosechas bendecidas pero atacan de forma implacable a las demás. Evidentemente tal desastre ecológico redunda en un beneficio inicial para los humanos que pugnan incesantemente con las selvas que tratan de invadirlos, y hasta el momento actual las presumibles consecuencias a largo plazo que sí podrían haberles alcanzado se han difuminado por el esfuerzo realizado por los propios aldryanis para contrarrestarlo.

Las consecuencias de semejante riesgo latente podrían alcanzar a la población humana de Tinobuthu por otras vías, empezando por una corrupción física derivada de nutrirse de unos alimentos obtenidos por tales métodos antinaturales, pero lo cierto es que aunque se han dado algunos casos de anomalías ocasionales, estas suelen ser acalladas ante la comunidad mediante la selección activa por los sacerdotes de tales fenómenos para cumplimentar los sacrificios cuando fuere necesario (el mismo estigma lo reclama) o de forma ocasional para nutrir sus propias filas, pues se dice que la Casta Sacerdotal padece con frecuencia de ciertas deformaciones físicas o algunas excentricidades de comportamiento que parecen derivarse de su inevitable exposición ante los Dioses... Precisamente la figura del sacerdocio está revestida de una carga ambigua de veneración y repulsa que resulta inevitable de la dicotomía de horrorizarse ante las ceremonias que continuamente están oficiando pero ser conscientes de la dependencia de toda la comunidad con respecto a sus actividades. Gran parte de sus ritos son voluntariamente desconocidos por la mayor parte de la población, y el aire de misterio que los envuelve parece potenciarse con el paso de los siglos por la selección de los individuos que como decíamos han mostrado peculiaridades exclusivas en el momento de su nacimiento...  

Pero no nos llevemos a error, los sacerdotes de las Deidades Caóticas son temidos pero reverenciados, se les tiene en la más alta estima y desde luego su preeminencia política es más que notable en una comunidad que depende literalmente del poder con el que están destinados a tratar, por mucho que suscite el horror incluso entre sus fieles. Asimismo la Casta de los Sacerdotes está sometida a una estricta supervisión interna nacida de las suspicacias de sus propios miembros, que han aprendido a temer la posibilidad de un brote de locura que acabe afectando a la cúpula de su oscura religión. Existen por tanto mecanismos de autocontrol que en el fondo no hacen sino exacerbar el ambiente opresivo y paranoide que azota a su infortunada cultura de supervivientes...

Acude a nosotros una y otra vez una cuestión de cariz existencial: ¿Sobrevivir para qué? ¿Para esto? Pero la respuesta implicaría la aceptación voluntaria para esta cultura de una extinción inevitable, y esa no es una cuestión precisamente fácil de dirimir ¿No creéis?.

Semejante situación de inquietud moral, de profunda insatisfacción con su realidad cotidiana, en lo que hemos llamado una especie de culpabilidad soterrada, ha dado lugar a una extraña creencia en un determinismo catastrofista, los tinobuthianos han llegado a temer un castigo futuro del que secretamente se consideran casi merecedores... Por ello cuentan incluso con Mitos según los cuales habrá de llegar un desastre futuro que condenará a su pueblo a una nueva hecatombe, como cuando fueron expulsados de su tierra original de allende las aguas, y una complicada serie de presagios marcará el principio del fin, empezando por la llegada de unos extranjeros que encarnan los poderes y las virtudes de sus antiguos Dioses benignos abandonados en la desesperación de sus antepasados a la llegada a estas tierras. Recientemente se vivió un momento histórico muy crítico ante la llegada de una flota vadelina que había surcado los océanos prohibidos y afirmaban ser dioses encarnados, exigiendo tributos a los pueblos que encontraban en su deambular... pero afortunadamente se descubrió a tiempo su falsedad y fueron atacados con saña hasta aniquilar su flota atrapada entre la calma chicha del Mar de Maslo y los arrecifes del Atolón de Oenriko. Pocos lograron escapar y menos aun tendrán ánimo de regresar a estas tierras que saben recibir a los conquistadores...

Y entretanto las comunidades de Tinobuthu y particularmente las ciudades-estado de Onlaks persisten en su peculiar ciclo de guerras continuas con sus vecinos humanos y con los odiados elfos amarillos de las selvas, eludiendo a La Madre de los Monstruos y pugnando por sobrevivir en cada instante de sus duras existencias. Y adoran al Caos...

Mas las connotaciones de semejante actividad caótica desatada, secundada por una población de cientos de miles de individuos (algo inusitado para las Deidades Caóticas) puede haber tenido consecuencias insospechadas hasta en el aura mágica de la región, pues lo cierto es que según todos los registros históricos no existe constancia alguna de la presencia de la Madre de los Monstruos anterior a finales de la Segunda Edad.

Aun reconociendo el escaso contacto cultural entre los humanos y los elfos amarillos, incluso en las zonas como Elamle en las que mantienen algún tipo de alianza formal, bien que nunca desprovista de cierta tirantez, no podemos olvidar la existencia de un dato ciertamente inquietante: los embylis atribuyen la primera aparición de este Horror ("un nuevo monstruo llegó a la jungla") a la fecha en que se desató la devastadora plaga de insectos que acabaría con la Casa de Errinoru, el año de la caída del Imperio Embyli: el 975 tras el Primer Amanecer, fecha de dolor que será recordada por siempre...

Nos vemos.
El mega-rollista vadelino. ;P

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