Uf. No me parece que haya recetas aquí, todo depende de muchos factores y el que mejor los conoce eres tú. En cualquier caso, si la campaña es la misma, o bien, no siendo la misma mantienes entre campañas una única Glorantha coherente siempre consigo misma (como le gusta a Paco), yo ni siquiera utilizaría para nada la Montaña, sino que Balazar sería una tierra en blanco por desarrollar. Y si la utilizara, sería de modo muy general para que quedara absolutamente irreconocible (bien, puede haber tribus de primitivos, colonos lunares (en vez de orcos) y trolls, no parece la Isla de los Grifos, pero nada de copiar los lugares y los pnj's.
Ahora bien, si no necesitas tanta coherencia, me da la impresión de que pasados tantos años da un poco igual. Como la aventura era "abierta" (o sea, que no había aventura), no hay problemas en jugar el mismo módulo que es lo único que me parece un poco inadmisible. Nada impide jugar distintas historias en el mismo entorno o en un entorno parecido, con los mismos pnj's y los mismos lugares (nada salvo la posible necesidad de que Glorantha sea siempre la misma, como digo).
Encauzada esa primera opción y decidido que no se revienta la historia porque se repita entorno, entonces todo depende mucho del carácter de tus jugadores y de sus preferencias. Es muy posible que la reacción oscile entre lo positivo y lo negativo sin dejar apenas lugar a la indiferencia, lo cual implica que es arriesgada, sobre todo si puede provocar reacciones distintas en distintos jugadores:
-Reacción positiva. Nostalgia de buen rollo. Una especie de los tres mosqueteros veinte años después. Después de tanto jugar, aquí estamos otra vez en la Montaña de los Grifos recordando los inicios, pero ahora todo ha cambiado, y todo es más gloranthano, adaptándose a nuestro propio enriquecimiento y descubrimiento de Glorantha. Puede ser divertido, es como reencarnarse y vivir la vida desde otra perspectiva ;-))
-Reacción negativa. Nostalgia de mal rollo. La Isla de los Grifos fue un lugar apasionante de esas aventuras que vivimos tan intensamente cuando empezamos en el rol, somos más ingenuos (para bien) y estamos menos viciados -aventuras que hoy nos parecerían tontas pero que nos hacían levantarnos de la silla de emoción. De manera que ha ocupado esa especie de lugar sagrado de los buenos momentos. Volver a jugar en ella de manera tan deformada es una especie de sacrilegio que nos rompe la vieja ilusión. Queremos que la casa donde vivimos de niños esté exactamente igual.
Saludos,
Antonio
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