«En aquel lejano día, durante la vida de este pueblo, el Extranjero
se acercó a la colina desnuda, tras las piedras del anillo que rodea
el lugar mágico llamado Veruambas. El Extranjero clavó su lanza en la
tierra, y se sentó junto a ella, para contemplar durante muchas horas
las piedras. La gente se reunió fuera del gran círculo, y luego todos
entraron en la fosa que lo rodeaba. El círculo tenía
cuatrocientos pasos de diámetro, y la fosa, una profundidad igual a
la altura de cinco hombres. Todas las piedras eran animales que una
vez fueron hombres, y
junto a cada una había una piedra que hablaba, para transmitirles las
plegarias de los sacerdotes.
»E1 más joven de los tres hijos del jefe Aubriagas fue enviado colina
arriba, para estudiar al Extranjero. Volvió jadeante, sangrando por
una herida del cuello.
Dijo que el Extranjero era como una bestia, vestido con polainas y
chaqueta de piel de oso. Un gran cráneo de oso le servía de casco, y
sus botas eran de madera de fresno y cuero.
»E1 segundo hijo de Aubriagas fue enviado colina arriba. Volvió con
la cara y los hombros llenos de golpes. Dijo que el Extranjero
llevaba cuarenta lanzas y siete escudos. De su cinturón colgaban las
cabezas cortadas de cinco grandes guerreros, todos ellos jefes, todos
ellos sin ojos. Tras la colina, fuera de la vista, tenía un
campamento con veinte guerreros, todos ellos temerosos de su jefe.
«Entonces, el mayor de los hermanos fue enviado a estudiar al
Extranjero.
Volvió con su propia cabeza en las manos. La cabeza habló brevemente
antes de que el Extranjero, en la colina, hiciera sonar el más pesado
de sus escudos.
»Esto es lo que dijo la cabeza:
»-No es de los nuestros, no es de nuestra sangre, no es de nuestra
raza, no es de nuestra tierra, no es de esta estación, no es de
ninguna estación en la que haya vivido nuestra tribu. Sus palabras no
son nuestras palabras. Su metal viene de un lugar profundo de la
tierra, de un lugar más profundo que aquel donde habitan los
fantasmas. Sus animales son bestias de lugares oscuros. Sus palabras
tienen el sonido de un hombre agonizante, pero no significan nada. Su
compasión
no se puede ver. Para él, el amor no tiene sentido. Para él, el dolor
es risa. Para él, los grandes clanes de nuestro pueblo son ganado,
algo útil de lo que alimentarse. Ha venido a destruirnos, porque
destruye todo lo que no es como él. Es el vendaval violento del
tiempo, y tenemos que resistir o caer contra él, porque nunca
podremos ser una sola tribu con él. Es el Extranjero. El que puede
matarle está muy lejos. Se ha comido cuatro colinas, se ha bebido
cuatro ríos, y ha dormido durante un año en el valle cercano a la
estrella más lejana. Ahora necesita cien mujeres y cuatrocientas
cabezas, y luego se marchará de estas tierras, hacia su propio reino.
»El Extranjero hizo sonar su escudo más pesado, y la cabeza del
hermano mayor dejó escapar un grito, y dirigió una última mirada
hacia la que amaba.
Luego apareció un perro salvaje, y la cabeza fue atada a su lomo. Fue
enviada al Extranjero, que le sacó los ojos y se ató el cráneo al
cinturón.
»Durante diez días y diez noches, el Extranjero caminó alrededor de
las piedras, siempre fuera del alcance de las flechas. Los diez
mejores guerreros fueron enviados para hablar con él, y todos
volvieron con las cabezas en las manos, llorando, para decir adiós a
sus esposas e hijos. Y los perros salvajes fueron enviados desde la
colina, para llevar al Extranjero sus trofeos de combate.
»Las rocas lobo del gran círculo estaban manchadas con sangre de
lobo, y las piedras que hablaban susurraban los nombres de Gulgaroth
y Otgarog, los grandes dioses Lobo de los tiempos del bosque salvaje.
»Las rocas ciervo estaban pintadas con dibujos de venados, y las
piedras que hablaban clamaban por Munnos y Clumug, los venados que
caminan con corazones de hombres.
»Y en la gran roca jabalí estaba el esqueleto del jabalí que había
matado a diez hombres, y la sangre de su corazón manchaba la tierra.
La piedra de esta roca, que era la más antigua y la más sabia de las
que hablaban, suplicaba a Urshacam que apareciera para destruir al
Extranjero.
»A1 amanecer del undécimo día, los huesos de los viajeros que
guardaban las puertas, se levantaron y corrieron gritando hacia los
bosques. Eran ocho, blancos como fantasmas, y todavía llevaban los
adornos rituales de sus sacrificios. Los fantasmas de estos viajeros
volaron en forma de cuervos negros, y así el círculo de rocas perdió
a sus vigilantes.
»Y de la roca lobo llegó el gran espíritu de los lobos, grandes
formas grises y fieras, que saltaron sobre las hogueras y cruzaron la
gran zanja. Les seguían las bestias con cuernos, los ciervos que
corrían con largas patas. También ellos saltaron sobre el humo, y sus
gritos estremecían los corazones. Eran formas oscuras en la niebla de
aquella mañana fría. Pero no podían matar al Extranjero, y huyeron de
vuelta a sus cavernas fantasmales en la tierra.
»Por último, el espíritu del jabalí surgió de los poros de la roca, y
gruñó, olfateando el aire de la mañana, saltando sobre el rocío
fresco que se había
formado en la hierba, alrededor de la roca. El jabalí era tan alto
como dos hombres. Sus colmillos eran tan agudos como el puñal de un
jefe, y tan largos como los brazos de un guerrero fornido. Se quedó
mirando, mientras el Extranjero corría por el círculo, con las lanzas
y los escudos en las manos, como si no pesaran nada. Luego, el
espíritu del jabalí corrió hacia el norte del círculo.
»En aquel amanecer, en medio de la niebla, el Extranjero gritó por
primera vez, y aunque no huyó, quedó claro que el espíritu del
Urshucam le aterrorizaba.
Usando amatistas como ojos, envió la cabeza del hijo mayor de
Aubriagas de vuelta a donde las tribus aguardaban en sus tiendas
ocultas, para decirles que sólo quería su lanza más fuerte, su buey
más sabroso, recién matado, su tinaja de vino más viejo, y su hija
más bella. Luego, se iría.
»Todas estas cosas le fueron enviadas, pero la hija -más bella, según
se decía, que la legendaria Swithoran- volvió, porque el Extranjero
la rechazó por su fealdad. La chica no lo lamentó en absoluto. Otras
le fueron enviadas, pero aunque eran hermosas en su estilo, el
Extranjero las rechazó a todas.
»Por fin, el joven guerrero-shamás Ebbrega reunió ramitas de roble,
saúco y espino, y con ellas dio forma a los huesos de una joven. Creó
la carne con hojas caídas y barro de las pocilgas, y excrementos de
liebres y ovejas. Todo esto lo recubrió con flores aromáticas,
recogidas en los claros del bosque, flores azules, rosas y blancas,
los colores de la auténtica belleza. Le dio vida con amor, y cuando
la chica se sentó frente a él, desnuda y fresca, la vistió con una
hermosa túnica blanca y le trenzó el pelo. Aubriagas y los demás
ancianos la vieron, y no pudieron hablar. Era lo más bello que habían
visto en sus vidas, y les paralizó las lenguas. Cuando ella gritó,
Ebbrega vio lo que había hecho con su magia, y quiso conservarla para
él, pero el jefe le detuvo, y la chica le fue arrebatada. Se la llamó
Muarthan, que quiere decir "la hermosa nacida del terror". Muarthan
fue a donde estaba el Extranjero, y le entregó una hoja de roble
forjada en fino bronce. El Extranjero perdió la cabeza y la amó. Lo
que les sucedió después no afecta a la vida de este pueblo, excepto
para decir que Ebbrega nunca dejó de buscar a la
niña que había creado, y que todavía la busca.»
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