Tiene mucho sentido, porque en teoría el cristianismo se ha opuesto siempre a la magia como algo pernicioso. De modo que lo planteas como una especie de anulación de la magia, que es lo malo que ya estaba.
La perspectiva que yo quiero afrontar es distinta. Parto de un concepto lo más amplio posible de magia y veo que hay muchas analogías entre prácticas cristianas sobrenaturales y otras de distintas culturas. De manera que, aunque nuestros personajes cristianos jamás le llamarían magia, lo es a efectos de reglas.
Saludos,
Antonio
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