1.- La magia no es natural, ni es lógica, ni comprensible... para nosotros. Si lo fuese, ya no sería magia. Debe tener lógica interna, sobre todo en el relato o en el mundo, no siendo realista, sino un concepto narratológico que en este caso es mucho más útil: verosímil (que las naves suenen en el espacio en La Guerra de las Galaxias no es realista, pero si es verosímil. Que El héroe mate a tiros a 500 esbirros, y necesite el doble de cargadores para matar al villano no es realista, pero sí verosímil).
2.- Todo sistema que se haga de magia la castra, al intentar traducir algo que de por sí debiera ser intraducible. Nosotros, al querer entrar en contacto con eso tan misterioso ya de por sí por ser inexistente, castramos la magia en cierto aspecto para poder tener la ilusión de que la usamos en nuestras partidas. Por tanto, eligiremos como nuestro favorito el sistema que más se adecue a nuestra concepción de la magia, y tendremos prejuicios a las otras aproximaciones en mayor o menor grado.
3.- Un mismo acontecimiento puede tener diversas interpretaciones terminológicas. Beorn, como mencionaba mi tocayo antes, puede que se lanzase un conjuro de polimorfizarse a sí mismo, que sufriese una deformación genética, que cada vez que viera la luna llena por una maldición se transformase en oso, o que Eru le dio un don sin que los demás dioses lo supiesen. Lo importante es cómo se nos cuenta que ocurrió, no qué ocurrió de verdad.
Un saludete: Ni.
PD: En la variedad está la gracia. Estoy en contra de un sistema de magia unificado.
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